Hay un Marruecos delicioso pero obvio –Marrakech– y un otro delicioso y genuino –casi todo el resto del país–. Essaouira, la única ciudad alauí diseñada antes de construida, es el corazón bohemio del reino, despensa de Roma cuando los múrices de sus islotes proveían el púrpura para teñir las capas de los emperadores. Mogador bajo dominación portuguesa y musa de Cat Stevens o Jimmy Hendrix, hoy es nido de artistas, músicos y pintores, capital africana del surf, cuna de la música gnaoua. Bienvenidos. Se ruega no etiqueta.